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miércoles, 6 de noviembre de 2013

FELICIDAD



En "Un mundo feliz" de Aldous Huxley, se imagina un lugar del futuro llamado Utopía, en el que no hay que demostrar emociones. Se programa a los individuos para ser felices y disfrutar de la vida. Se les da una droga llamada Somma, que los hace permanentemente felices, además de algunos métodos para mantenerse prácticamente iguales a cuando eran jóvenes. Se impide el desarrollo de la imaginación y las ganas de pensar. No se enseña historia para que el pasado no influencie a las personas a cambiar el presente.

Una cárcel sin muros. Esclavos del sistema de consumo, el entretenimiento y la diversión garantizada. Ofrece recetas para ser feliz como el gran atajo, pensando que es posible una respuesta fácil y rápida para lograrlo, y nos pone a merced de manipuladores que lucran con esto. Y así nos convertimos en presas fáciles de una trampa.

Esta novela es del año 1932.... Hoy, millones de personas creen que hay una fórmula secreta para lograr la felicidad sin dolor y sin esfuerzo. Así, se recurre al "pastillero para no sufrir" que nos aparta de la angustia; se fomenta la idea de rodearse de todo aquello que el dinero pueda comprar y consumir, sin pensar demasiado si lo necesitamos o no.

La verdad es que no existe un delivery que traiga a la puerta de nuestra casa una felicidad a medida y prediseñada. Exige una responsabilidad y un trabajo para ir en su búsqueda, que siempre es dentro de nosotros mismos.

"La felicidad verdadera no se anuncia con carteles luminosos, no llega vestida con traje de lentejuelas, no usa maquillaje, no está envuelta en una música melosa y grandilocuente. La gente feliz sabe que es una experiencia única, profunda e intransferible, que se cuece en un fuego lento y paciente y que esa cocción no está libre de quemaduras".  "La felicidad no se fabrica en serie ni se compra ni se regala. Se forja desde adentro hacia afuera" (Sergio Sinay)

No es posible ser feliz sin hacerse cargo de la propia vida,  sin responsabilizarnos de nuestras elecciones y sus posibles consecuencias. Buscar atajos, atravesar la vida con bastones, impide desarrollar recursos psíquicos y emocionales propios.

Se nos ofrece placer tratando de convercernos que se trata de la felicidad, cuando en realidad el placer es un fin en sí mismo, que se agota una vez alcanzado. Felicidad y placer no son sinónimos. El placer es un objetivo, que al ser alcanzado, dispara una nueva búsqueda. En cambio, la felicidad es consecuencia de un camino recorrido. Al equiparar placer con felicidad corremos el riesgo de crear una fogata que exige ser alimentada eternamente.

Un antiguo relato cuenta sobre una anciana que buscaba una aguja en la calle, debajo de un faro. Los vecinos se ofrecieron a ayudarla, y al darse cuenta que la búsqueda era inútil, le preguntaron a la anciana si estaba segura que había perdido la aguja en ese lugar...... Entonces, ella respondió: no, la perdí en mi cuarto, pero la busco acá porque en mi cuarto está oscuro y acá hay luz.
El corazón del hombre es un camino pedregoso, decía Stephen King.... a veces es necesario internarse en las oscuridades de nuestra alma y no caer hipnotizados ante una "luz" tentadora que nos ofrece soluciones engañosas.

La persona feliz es aquella que sabe que la vida se rige por pares de opuestos: porque existe el dolor, reconoce la vivencia de la alegría. Porque acepta su finitud, puede encontrar un sentido que da valor a su vida. En la vida de cada individuo hay un sentido, un propósito a desentrañar.

En una época donde creemos que solo bienes de consumo nos van a otorgar la felicidad.... una cirugía plástica, un nuevo auto, una tarjeta de crédito abultada, es casi una herejía proponer que la felicidad depende de nosotros, que tenemos que trabajar por ella, que nada nos garantiza la felicidad eterna. Y es vital la actitud con que afrontamos nuestra vida.

La verdadera infelicidad es la de una vida sin sentido. Y el sentido de nuestra vida no puede ser descubierto por nadie más que por quién lo vive. Una vida responsable es una vida que da respuestas. La puerta de la felicidad siempre se abre desde adentro.

Felicidad y responsabilidad van de la mano. Lo otro es una armonía ficticia.

Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento (Victor Frankl). De eso se trata, de escoger la actitud. La flexibilidad con la que nos manejamos en la vida, habla de nuestras herramientas para enfrentar adversidades, momentos difíciles, una cualidad de la salud mental que nos aleja de las opciones rígidas. La plasticidad, la creatividad que nos permite tomar un camino nuevo y distinto a los problemas que se avecinan, allí donde lo viejo ya no dio respuestas.

La resiliencia habla de la capacidad de los materiales inertes para volver al estado del que partieron. Es la capacidad de salir de un problema no por los mismos caminos que nos llevaron a él, sino dando un salto, inventando soluciones singulares, propias de cada individuo y de cada situación. Y poder dar el salto, además de que implica poseer un monto de energía y esperanza en la posibilidad de éxito, alimenta la autoestima, la autonomía y la creatividad.

La felicidad es la consecuencia de una vida vivida, de las actitudes y el modo en cómo la abordamos. Y también, de conservar la capacidad de maravillarse.


LIC. MARIA ESTER ANTELO
 
 
Lectura recomendada
La felicidad como elección (Sergio Sinay)
De felicidad también se vive (José Eduardo Abadi)
 


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