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lunes, 24 de junio de 2013

DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR



 
DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AMOR
 

“Casi todo el mundo conoce las sensaciones del enamoramiento. Esa euforia. Ese tormento. Esas noches en vela y esos días sin descanso. Envueltos en éxtasis o aprensión, soñamos despiertos durante una clase o en el trabajo, olvidamos el abrigo, seguimos de largo donde debíamos doblar, nos sentamos junto al teléfono o planeamos lo que diremos, obsesionados, ansiando otro encuentro con “él” o “ella”. Y entonces, cuando esto ocurre, el más mínimo gesto de él  nos congela el pulso. La risa de ella nos marea. Corremos riesgos estúpidos, decimos tonterías, reímos demasiado, revelamos secretos oscuros, hablamos la noche entera, paseamos de madrugada y a menudo nos abrazamos y besamos, ajenos al resto del mundo, cautivados y febriles, sin aliento, étereos de felicidad” (Anatomía del amor – Helen Fisher)

Estar enamorado… es apoteótico ver el encuentro de miradas de dos seres que se aman y mucho más sentirlas… en el enamoramiento, un individuo adquiere un significado especial. Enfocas tu atención hacia esa persona, como si no existiese nadie más.

Pero lo que tiene de  poderosa  la pasión romántica, también lo tiene de  pasajera. El cerebro humano no puede sostener eternamente ese estado de exaltación. Por eso se estima que la duración de este estado  es de 18 meses a 3 años.

¿Por qué nos enamoramos? ¿Y por qué se termina el amor? ¿Todo es producto del interjuego de hormonas y neurotransmisores? Qué desilusión sería, pensar que todo se reduce a un conjunto de procesos biológicos. ¿Dónde quedaría la magia de la que habla la literatura y la música?

La realidad es que hay un cóctel de sustancias químicas responsable de “parte” de este misterio. Los neurotransmisores (comunican a las neuronas) son responsables de nuestras emociones y estados de ánimo. Algunos de los signos característicos del enamoramiento, como la frecuencia cardíaca acelerada, los pensamientos obsesivos por el ser amado, la idealización, la euforia y el deseo intenso, están asociados con el incremento de la noradrenalina.

Otro neurotransmisor que participa es la dopamina, sustancia relacionada con aquellas actividades que nos generan satisfacción.  La dopamina sube y la serotonina, asociada a la ansiedad y a la depresión, baja en el enamoramiento.

La testosterona, además de la hormona masculinizante, es la hormona de la libido en ambos sexos. Asociada al deseo sexual, obviamente está incrementada en este estado de enamoramiento inicial.

Luego de este enamoramiento inicial, surge el APEGO, sentimiento de comodidad y seguridad que mantiene unido a las parejas. A medida que el apego crece aparecen las ENDORFINAS (que serenan la mente, eliminan el dolor y reducen la ansiedad). También se relacionan con el apego, la OXITOCINA y la VASOPRESINA. Ambas son las hormonas del amor y de la monogamia.

La oxitocina es necesaria para la formación del vínculo madre-hijo, por lo tanto,  favorece el vínculo de dos, y  se segrega por ambos miembros de la pareja durante la estimulación sexual. La vasopresina favorece en cambio, la conducta de protección, ya que inhibe la agresión masculina y favorece las conductas paternales.

Entonces, hay tres momentos: El del impulso sexual (deseo de gratificación sexual), el del amor romántico (ligado a la euforia) y el del apego (sensación de calma y seguridad en una pareja a largo plazo). Luego puede seguir el desapego, donde la mente se prepara para la separación. En una  cultura monogámica como la nuestra, esto  habla de la necesidad de nuevos recontratos del vínculo. A medida que el tiempo pasa la sexualidad entra en un terreno sereno y apacible y los vínculos se transforman. Como diría Ana María Fernández, autora de “La mujer de la ilusión”, será cuestión de establecer sucesivos contratos conyugales, para fortalecer la elección monogámica.

 El amor requiere un trabajo artesanal, ese es su misterio.  El amor es mucho más que la búsqueda de satisfacción de impulsos sexuales. Es un proceso, requiere tiempo, y es ahí cuando la magia del inicio deja espacio a la seguridad del proyecto. Desentrañar de que se trata el amor, excede el campo puramente biológico.

Para Puget y Berenstein, son cuatro los parámetros definitorios de pareja: cotidianeidad, proyecto vital compartido, relaciones sexuales y tendencia monogámica. En el inicio de toda relación, uno construye una imagen del otro….El amor aparece cuando la venda cae y vemos al otro como es realmente, y aún así lo elegimos.  

¿Y por qué uno se enamora de determinada persona y no de otra?

En todo este juego seductor, cada uno sigue su propio Mapa del amor, una serie de características físicas, psicológicas y comportamientos mentales que encontrará atractivas en el compañero. Este mapa tiene una lista de rasgos que en forma inconsciente se arma desde la niñez (entre los cinco y los ocho años). Lleva un sello indeleble individual.

Este concepto fue desarrollado por John Money, donde habla que hay un programa de atracción sexoerótica que se origina en forma temprana, aunque se manifiesta completamente en la pubertad.

En palabras de Freud, “la mujer ha perdido a un príncipe que quedó sumergido en las historias de su infancia y que ahora reaparece en el hombre de sus sueños. En la pasión amorosa, hay un reencuentro con lo que hemos perdido”.

Lo importante es recordar que no existe un amor apasionado todo el tiempo. Las mariposas en algún momento dejan de revolotear, la mente se apacigua y se da paso a la construcción de un vínculo profundo, de encuentro, de intimidad con la persona elegida.

LIC. MARIA ESTER ANTELO

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